La Pregunta que Me Hizo Renunciar (y Encontrar mi Verdadera Energía)
La Pregunta que Me Hizo Renunciar (y Encontrar mi Verdadera Energía)
Hoy quiero compartir sobre algo que me ha cambiado la vida, no una, sino dos veces. Es una pregunta que me hice en momentos clave, cuando me sentía perdido o, irónicamente, demasiado cómodo. No es una de esas frases motivacionales vacías de gurús; es una herramienta que me obligó a ser brutalmente honesto conmigo mismo, y que me llevó de estar quebrado a ser jefe de tecnología en una startup top, y de ahí, a emprender mi propio camino.
Hace justo un año, me volví a hacer esta pregunta:
“Si ya tuviera todo resuelto en mi vida, ya no me tuviera que preocupar por el dinero, ya viajé, conocí todos los lugares que quería conocer, hasta ya me fui a una segunda luna de miel con mi esposa… ¿qué sería lo primero que haría al día siguiente?”
Puede sonar sencilla, ¿verdad? Pero la respuesta, te lo prometo, puede ser el catalizador de un incendio en tu vida profesional y personal. Para mí, la respuesta en ese momento fue clara: “empezaría mi propio negocio de software”. No sabía las consecuencias, pero esa pequeña “flamita” se fue haciendo un incendio que me llevó a renunciar a un puestazo como jefe de tecnología en una de las mejores startups fintech de México, con un crecimiento brutal y un sueldo bastante importante. Sí, ya sé, suena a cliché de “seguir los sueños”, pero déjame contarte por qué no lo es.
La Primera Vez que Me Hice la Pregunta: Del Desastre a la Programación
La última vez que me hice esta pregunta fue hace exactamente 10 años, y te juro que cambió por completo el rumbo de mi vida. Imagínate esto: justo en junio, estaba en la peor situación de mi vida.
- Estaba endeudado hasta el cuello.
- Mis papás me amenazaron con correr de casa si tronaba una materia más en la universidad.
- Para colmo, había intentado varios negocios vendiendo de todo y había fracasado en absolutamente todos. Me sentía como un fracaso total.
Estudiaba administración de empresas y, aunque me gustaba, no me encantaba. En ese verano de crisis, bobeando en Facebook, me topé con un anuncio que decía: “Aprende a programar hoy en Treehouse”. Siempre me había gustado la tecnología y los videojuegos, así que, estando tan jodido, dije: “¿Por qué no?”. Me inscribí a un curso de Python, escribí mi primer “Hola Mundo” (el típico programita básico) y, en ese instante, supe que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida.
Me enganché durísimo con la programación, me metí a otro curso de desarrollo web y me enamoré por completo. Regresé a la universidad, y claro, llegó el síndrome del impostor. Mis cuates se burlaban, los ingenieros me veían raro, las voces internas me decían que no iba a poder, que no estaba estudiando ingeniería en sistemas y ya no me podía cambiar.
Fue en ese punto donde me volví a hacer la pregunta: “Si ya tuviera todo resuelto, si el dinero no fuera una preocupación, ¿qué haría al día siguiente?”. La respuesta fue cristalina: “Me levantaría a seguir aprendiendo esto que es la programación, la ingeniería de software”.
Y eso hice. Poco a poco, fui metiendo el desarrollo en mis tiempos libres. Lo que pasó después, en serio, fue como un cuento de hadas:
- En la universidad, pasé de estar reprobado a graduarme con un promedio de 85, algo de lo que me siento muy orgulloso.
- Mis negocios que antes fracasaban empezaron a funcionar mejor.
- Empecé a vender mis primeras páginas de internet, generando suficiente para sobrevivir.
- Conocí a un gran amigo que se volvió mi socio, creamos una pequeña empresa de desarrollo de software, cerramos proyectos padrísimos y llegamos a ganar muy buenos sueldos.
- La pandemia nos obligó a cerrar la empresa, sí, pero toda esa experiencia y pasión nos abrieron las puertas con una startup de California.
- Fue ahí donde comenzó mi trayectoria profesional en el mundo fintech, y me llevó hasta Brasil para trabajar con algunos de los mejores ingenieros de mi vida. Estando en ese avión a Río de Janeiro, se me salían las lágrimas de no creer lo lejos que me había llevado esa pequeña decisión de meter la programación poco a poco en mi vida.
- Regresé a México, me enamoré del proyecto de una fintech mexicana, y eventualmente me dieron la oportunidad de ser el jefe de tecnología. Aprendí muchísimo, trabajé con gente increíble, y me siento muy orgulloso de haber logrado ese sueño de ser un “ingeniero cholo” (así les digo a los que, como yo, no tuvieron educación formal pero aprendieron a puro corazón) y liderar un equipo de ingenieros de élite.
La Segunda Vez: Del Burnout al Emprendimiento
Después de casi 3 años como jefe de tecnología, a pesar de todo el éxito y el prestigio, sentí que esa pasión se empezó a apagar un poquito, y me sentí muy desgastado. Muchos le llamarían burnout, y por un momento lo pensé. Pero rascándole más a mi interior, sabía que no estaba en el camino en el que ya me tocaba estar.
Así que, volví a hacerme esa pregunta mágica:
“Si ya tuviera el tema del dinero resuelto y no me tuviera que preocupar por nada, ¿qué haría al día siguiente en mi vida?”
Curiosamente, la respuesta había cambiado. Ya no era “programar”. Ahora, la respuesta era: “hacer mi propio proyecto de software”.
Cuando empecé a aterrizar esta idea, incluso hablando con el fundador de la empresa sobre mi inquietud, empecé a sentir un brote de energía muy fuerte otra vez. ¡Es impresionante! Llevo apenas dos meses de haber emprendido, las horas de trabajo son muchísimo más largas, la incertidumbre es gigante, la presión es indescriptible. Pero, ¿sabes qué? Cada actividad que hago relacionada con este proyecto me da una energía que no me canso. Lo que para otros parecería trabajo, para mí, se siente como un juego.
Aquí es donde hago una distinción importante: mi pasión es programar. Pero mi llamado, mi verdadera vocación actual, es emprender mi propio negocio. Y sí, me toca hacer cosas “aburridas” como lidiar con Excel o incluso grabarme subiendo videos a YouTube (¡algo que jamás pensé que haría!). Pero como todo esto es parte de mi proyecto, me engancho para hacerlo mejor, y disfruto 100 veces más la programación cuando la hago para mi propio negocio.
¿Por Qué Creo que Esta Pregunta es Tan Poderosa?
Esta pregunta es una joya porque:
1. Elimina el Miedo al Dinero
Te libera de la principal preocupación: si lo que vayas a hacer te va a dar de comer o no. Te permite soñar sin las cadenas de la subsistencia.
2. Revela Tu Fuente de Energía
Nos ayuda a detectar esa actividad, esa pasión, eso que tenemos que hacer y que nos da energía en nuestras vidas. No es solo tu “pasión” de hobby, sino esa fuerza que te impulsa.
3. Te Guía Hacia la Acción
Una vez que encuentres esa respuesta, la clave es tratar de meterla poco a poco en tu día a día. Es como el ejercicio: con que le dediques 15 o 20 minutos, ya te da energía e influye positivamente en todas las otras áreas de tu vida.
¿Hasta Dónde Te Podría Llevar Tu Respuesta?
Serle fiel a la respuesta de esta pregunta puede llevarte a lugares que jamás imaginaste. Yo nunca pensé que ese primer programita de Python me llevaría a Brasil o a liderar el mejor equipo de ingenieros con el que he trabajado.
Tu respuesta podría:
- Ponerte en un avión a un país que nunca pensaste visitar (¡tal vez Japón, tal vez de vuelta a Brasil!).
- Llevarte a vivir a otra ciudad.
- Abrirte las puertas a una profesión o una oportunidad que creías imposible.
El camino puede no estar claro, pero te aseguro que muy probablemente te llevará a lugares muy chingones o, al menos, a lugares de los que nunca te arrepentirás de haber llegado.
Tu Turno: Atrévete a Contestar
Ahora, te lanzo la misma pregunta que me ha transformado la vida:
Si ya tuvieras todo resuelto en tu vida, ya no te tuvieras que preocupar por el dinero, ya viajaste, ya hiciste todo lo que querías hacer… ¿qué sería lo primero que harías el día de mañana?
Sé que es una pregunta sencilla, pero no es tan fácil de contestar. Pero cuando encuentres esa respuesta —sea un llamado, una pasión, una vocación, como quieras llamarle— trata de meterlo un poco en tu día a día, cada vez un poquito más. Déjate asombrar hasta dónde te podría llevar serle fiel a esa respuesta.
Esta historia es un recordatorio de que, incluso en los momentos de crisis o de burnout, hay una dirección esperando ser descubierta dentro de ti.
¿Te atreves a hacerte esta pregunta? ¿Qué sería lo primero que harías? ¡Me encantaría leer tus pensamientos en los comentarios de nuestro canal de YouTube!